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jueves, 24 de septiembre de 2009

¿Qué le pasa a la agricultura colombiana?

Le preguntan a un campesino de la región si se da el maíz en esas tierras y responde que no. ¿La yuca sí se da? No, responde igualmente. ¿Frutales? No. ¿Tomate? No. ¿Entonces en estas tierras no se da nada?, preguntó impaciente ya el amigo, y sabiamente le respondió nuestro campesino: Pues tocaría sembrarlo. Eso es lo que le pasa a nuestra agricultura, que nada se da, toca sembrar. Visitábamos los cultivos de maíz y de soya con dos personas muy importantes de nuestro país, en compañía de varios de los socios y en medio de la sorpresa por lo que veían exclamaron: esto parece Iowa en Estados Unidos. Una sensación de orgullo por un trabajo realizado, pero también una sensación de lo poco que creemos en nosotros. Una aclaración es por la superación de tantísimos obstáculos para lograr las inmensas barreras, todas preparadas por nosotros para dificultar, proteger eslabones de la cadena, imposibilitar, justificar nuestras incapacidades.
Si mezclamos los dos pensamientos, vamos formando las causas de lo que le pasa a la agricultura colombiana. Lo primero es que nada se nos da, hay necesidad de sembrarlo, y lo segundo, debemos prepararnos para superar las dificultades que son muchas y grandes, a tal punto que han logrado que no quepan en el pensamiento de los empresarios, banqueros, agrónomos, economistas, dirigentes, profesores, analistas y consumidores, y por ello la sorpresa cuando algo se sale de ese estándar al que estamos acostumbrados, y pensemos: esto tan bueno, no parece de acá.
Me remito al pensamiento del director de la fundación Matto Grosso de Brasil, cuando dijo que la altillanura colombiana tiene todas las condiciones de suelos, clima, altitud, latitud, pluviosidad, infraestructura básica para empezar a ser la despensa de Colombia, competir en productividad en el mundo, aprovechar las experiencias tropicales y de investigación de los últimos años. Me refiero igualmente a las declaraciones de un brasilero que inició siembras en la zona: “vengo de sembrar en países de Suramérica como Brasil y Bolivia, en grandes extensiones, y nunca me soñé que fuera un país tan complicado. Las dificultades para transportar el cemento, los abonos, el combustible, la traída de semillas, la logística de los créditos, el sobrecosto de los insumos, el sistema del transporte protegido, la dificultad en la comercialización con tan pocos compradores que prefieren lo traído de afuera, que a pesar de las inversiones realizadas he pensado seriamente en irme a otro lado”.
Como ven, lo positivo nos lo da la naturaleza y lo negativo el hombre. No el hombre de hoy, el hombre de los últimos 60 años, que nos tiene en el atraso, que nos hizo perder una gran oportunidad de desarrollo, que tiene comiendo al colombiano carnes y comida costosa, que enfrasca al país en dilemas sin solución, que sacrifica un mundo por pulir un verso. Las intenciones de todos los que ven las posibilidades son buenas, desde el gobierno y sus dirigentes, pero falta concretar algunos puntos que cierren el círculo para tener la semilla y el ejemplo para demostrar que no parece de afuera, parece de acá.

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